Era una hermosa mañana con una agradable temperatura en el Centro de Guadalajara. Invitados por el Dr. Ignacio González Silva, fuimos a un restorán céntrico a desayunar. ¿Por qué tanta gente adentro y filas afuera esperando para entrar? “Porque en México el  desayuno tiene la misma importancia que el almuerzo y la cena”, nos dice nuestro anfitrión.

Al salir, encontramos una multitud. Era un gran día de celebración. Por las calles del Centro Histórico se festejaba el Desfile de los Charros, un espectáculo único que debe verse.

La peculiar figura del charro mexicano es un símbolo de la mexicanidad. Desde una perspectiva, histórica, la figura del charro mexicano se remonta a la época de la Colonia, cuando se originaron las haciendas de economía mixta, agrícola-ganadera, conocidas como estancias o ranchos.

La charrería profesional data de 1880 y fue declarado deporte nacional por decreto presidencial e instituido el 14 de setiembre como “Día del Charro”. En la Avenida Revolución vimos el monumento al Charro, cuya inscripción dice: “Homenaje de Guadalajara al más mexicano de los deportes”.

Y la fiesta comenzó. El contingente formado por cuatrocientos elementos entre charros y escaramuzas partió del Santuario de Guadalupe y terminó en el Campo Charro Jalisco.

La belleza de las mujeres con sus hermosos y coloridos trajes, y los jinetes –adultos, jóvenes y niños- que hacían gala de sus dotes para montar, briosos caballos, monturas labradas de plata, así como las hermosas calandrias tiradas por caballos, fueron muy aplaudidos por miles de tapatíos y turistas que, como nosotros, se dieron cita para disfrutar del desfile que duró más de una hora.

Escuchamos con emoción cuando el Gobernador, Emilio González Márquez, desde el balcón principal del Palacio de Gobierno, expresó: “Vestirse de charro es vestirse de México”.

Aventura Americana

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