Por Jorge Ottati
En 1999, cuando yo todavía vivía en Uruguay, en la ciudad de Montevideo, era una costumbre ir todos los sábados de tarde al Club Biguá a jugar partidos de básquetbol.
Recuerdo perfectamente que a uno de los jugadores le decíamos “Kobe”, porque siempre intentaba realizar las jugadas más increíbles; todos sus tiros eran acrobáticos; quería deslumbrar y que lo aplaudiéramos después de cada lanzamiento al aro. Ese apodo ilustra lo que fue el verdadero Kobe Bryant en ese año en los Estados Unidos, en su tercera temporada en la NBA; un basquetbolista que estaba tratando de destacarse, que recién se había convertido en titular con los Lakers, que tenía como compañeros a Shaquille O’Neal y a Dennis Rodman, y que era dirigido por Kurt Rambis, famoso por su parecido con Clark Kent.
Hoy en día, en su décima cuarta temporada como profesional, Kobe Bryant, a los 31 años, acaba de disputar su partido número 1000 como profesional, en la ciudad de Memphis, ante los Grizzlies. No había podido jugar los últimos 5 encuentros y se había perdido el All-Star Game debido a una lesión en el tobillo izquierdo. Sin embargo, a 5 segundos del final del partido, con su equipo que estaba perdiendo por 2 puntos, Kobe anotó el triple de la victoria, para finalizar con 32 puntos, 7 rebotes y 6 asistencias.
Son muy pocos los basquetbolistas que tienen la confianza, la frialdad mental, las condiciones técnicas y la decisión para tomar la responsabilidad de lanzar un tiro que defina el resultado de un partido. Y Kobe, en ese aspecto, es uno de los mejores, no de la actualidad, sino de todos los tiempos, a la altura de Jerry West, Reggie Miller o el propio Michael Jordan, su ídolo, el jugador del cual observó horas y horas cada uno de sus videos.
Aquí, en los Estados Unidos, existen muchos fanáticos y periodistas que critican permanentemente que Kobe trate de parecerse a Jordan.
Yo les pregunto lo siguiente: ¿Qué puede ser mejor que tratar de copiar del máximo exponente de una especialidad? ¿Qué tiene de malo? Hay que criticar a quienes cobran millones de dólares sin hacer el más mínimo esfuerzo porque sus contratos están garantizados, a los que no intentan mejorar su juego, a los que no buscan superarse ni se plantean desafíos. Pero criticar a Kobe porque se parece demasiado a Jordan es totalmente ridículo. Es como cuestionar a un futbolista porque es muy parecido en su juego a Pelé, quien ha sido el máximo referente en la historia del fútbol.
Sus 4 campeonatos ganados con los Lakers (2000, 2001, 2002 y 2009) lo dejan a solo uno de empatar la marca de Magic Johnson, quien lideró al equipo angelino en la conquista de cinco títulos en la década del 90. Y es muy probable que Kobe lo logre este mismo año, porque los Lakers tienen la mejor marca en la Conferencia del Oeste, con 43 victorias y 14 derrotas, y lucen como los grandes favoritos a ganar el título.
La temporada del 2006 fue histórica para Kobe: anotó 81 puntos en un partido ante los Raptors, marcó 62 en solo tres cuartos ante los Mavericks y promedió 43 puntos por partido durante el mes de enero. Pero, los contras de siempre, no le perdonaban que los Lakers no tuvieran éxito. Se olvidan, porque les conviene, que sus compañeros en esa época incluian “ilustres” personajes de la talla de Kwame Brown, Brian Cook, Chris Mihm o Smush Parker. Con esos jugadores a su lado, era imposible que Kobe triunfara en la postemporada.
A Kobe lo critican porque le gusta el fútbol, porque habla varios idiomas, porque no disfruta con el béisbol, porque su manera de hablar y de gesticular es similar a la de Jordan. Lo critican cuando anota muchos puntos y también lo critican cuando anota poco. Es increíble, pero Kobe es el jugador que tiene más detractores en los Estados Unidos. Los únicos que lo quieren son los fanáticos de los Lakers, porque el resto de los aficionados de la NBA lo detestan, no lo soportan. Muy por el contrario, en el resto del mundo, es, sin discusión, el basquetbolista más popular y más admirado en la actualidad, como quedó demostrado en los Juegos Olímpicos de Beijing.
Los que afirman que Kobe es arrogante, son los mismos que cuando LeBron James se burla de sus rivales, baila durante los partidos o simula tomar fotos, miran hacia otro lado, y lo aplauden y dicen que LeBron es muy gracioso. Son los mismos a los cuales no les llama la atención que un hombre que mide más de 2 metros de altura, como LeBron, que pesa 140 kg., sea el más rápido en la NBA, con una velocidad muy “extraña”, increíblemente rara para una persona tan grande. El propio LeBron declaró, hace solo 2 años, cuando le consultaron acerca de su físico, más parecido al de un físicoculturista que a un basquetbolista, que él nunca hizo pesas ni tomó suplementos vitamínicos, algo que fue corroborado por los entrenadores de los Cavaliers. Ante el pedido de explicaciones de la prensa, de cómo era posible tener una musculatura tan marcada, un físico tan esculpido, LeBron, riéndose, contestó que él se considera un “fenómeno de la naturaleza”.
Volvamos a Kobe Bryant. Esta temporada ha convertido 5 tiros ganadores: un triple en el último segundo contra Miami Heat, un doble contra Milwaukee Bucks sobre la chicharra del tiempo extra, otro triple en el instante final ante Sacramento Kings, un doble contra Boston Celtics con 7 segundos en el reloj y por último, por ahora, el triple de anoche contra Memphis Grizzlies.
En diciembre del año 2000, cuando yo realizaba los comentarios de la NBA para Latinoamérica en la cadena de televisión PSN, visité por primera vez el Staples Center de Los Ángeles. Al término del partido de los Lakers, que culminó con victoria ante los Mavericks, una vez que finalizó la trasmisión bajé a los vestuarios y allí conversé con los jugadores. Cuando terminé la entrevista con Kobe le dije que quería tomarme una foto con él, y me contestó que no se sentía bien, que estaba engripado y que lo disculpara, pero que prefería dejar la foto para otra ocasión.
Momentos más tarde, cuando yo estaba por abandonar el vestuario, observé que un fotógrafo de la NBA comenzó a disparar el flash de su cámara ante Kobe, quien estaba sentado, en un rincón, con un pañuelo en su mano. Fue ahí que Kobe colocó su mano delante del fotógrafo y dijo, señalándome: “Él está primero. No puedo permitir que me tomes fotos si a él le dije que no”. Kobe se paró de su asiento, se me acercó y ahí nos tomamos la foto. Un gesto espontáneo, simple, pero que no fue realizado por compromiso, ni para aparecer ante las cámaras de televisión, ya que los únicos dos periodistas presentes ahí éramos ese fotógrafo y yo.
Siempre que me preguntan por mi jugador favorito les respondo que tuve la enorme fortuna de poder ser contemporáneo y disfrutar de la clase inigualable del mejor de todos los tiempos: Michael Jordan, quien fue mi ídolo en el básquetbol.
Tengo que reconocer que muchas de las virtudes que poseía la superestrella de los Bulls, también están presentes en Kobe Bryant, un jugador sensacional que está muy por encima de los demás, como lo demuestra noche tras noche con sus actuaciones, aunque sus detractores quieran seguir negándolo.