Por Fernando Ottati

Esta película, de dos horas y veinte minutos de duración, es una secuela de la película Gladiador del año 2000, que contaba la historia de Maximus, interpretado por Russell Crowe. El papel de su interérs romántico, Lucilla, fue protagonizado por Connie Nielsen (de 59 años de edad), la única actriz que estuvo en el filme original y que regresa en esta ocasión.

La película es entretenida y tiene muchos componentes de la receta original de la primera; básicamente, la historia es la misma. Diciesiséis años después de los hechos ocurridos en Gladiador, Roma es controlada por dos emperadores: Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger) con sus caras pintadas de blanco y con expresiones de locura, que en los trailers generaron críticas por lo caricaturesco de sus interpretaciones. Estos gemelos son tiránicos, gustan de la violencia y quieren conquistar cada vez más territorios. El general que se encarga de combatir y coordinar sus batallas es Acacius (Pedro Pascal), quien luce muy cansado y agobiado durante cada una de sus escenas. En una de sus primeras batallas conocemos al personaje central de este largometraje, Lucius (Paul Mescal) quien vive tranquilamente en Numidia, ubicada al norte de África. La ciudad amurallada es atacada por Acacius en una batalla en la que llegan los romanos con una gran flota de barcos. Luego de un feroz combate, Lucius es llevado a Roma como esclavo para luchar como un gladiador, y este jura vengarse de Acacius por dar la orden de matar a su novia.  

Esa es toda la historia, a la que hay que agregarle un hombre maquiavélico que controla y manipula a todos los personajes, Macrinus, quien proporciona los gladiadores para las batallas, interpretado por Denzel Washington. Este personaje tiene una agenda personal en la que coloca todas la piezas y las va moviendo a su gusto para dirigir y controlar como marionetas a aquellos que se crucen en su camino.

En esta película, que vuelve a ser dirigida por el legendario Ridley Scott, las batallas son memorables, e incluyen rinocerontes gigantes, babuinos salvajes, y algo que hacían realmente en el Coliseo, batallas navales, pero no había tiburones, algo que agregaron en esta película para hacer las escenas más truculentas. Hay muchas secuencias violentas y sangrientas, y es por ello que Gladiador II tiene la calificación de R. Esta película cuenta con grandes efectos especiales donde se recrea la Roma antigua, el Coliseo, y las flotas navales con grandes tropas. Los combates entretienen de gran forma, pero las actuaciones, exceptuando a Washington y quizá algo de Nielsen, son muy básicas y planas; no se comparan en nada con las magníficas interpretaciones de la película estrenada en cines hace 24 años.

El actor irlandés Paul Mescal (no muy reconocido por anteriores películas) interpreta de buena manera su rol; es salvaje en los combates, pero no tiene carisma para que el público lo acepte y se ponga de su lado. A Gladiador II le falta lo que tenía la original: un gran actor como Russell Crowe, a quien quiere compararse Mescal hasta colocándose su armadura, pero en nada se parece. Este joven actor no da la talla, y sus diálogos tampoco son convincentes.

Los espectadores no pueden decir que la película no es buena, porque sí lo es; es muy entretenida, tiene aventura, pero no tiene ninguna intriga. Sabemos que habrá muchos combates, pero esta cinta carece de ese toque de grandeza que tenía la original, y hay que entenderlo: es simplemente una secuela que apela a la nostalgia de un público que supo emocionarse con los personajes de Gladiador, pero que termina aceptando que este capítulo de la historia es simplemente un entretenimiento pasajero y rápidamente olvidable.

Imágenes cortesía de Paramount Pictures.