Llevo muchos años como periodista deportivo y a lo largo de mi extensa trayectoria he tenido la enorme fortuna de ver a grandes futbolistas que tenían mucha habilidad para elevarse en el momento justo y cabecear para convertir goles de gran factura técnica. Muy pocos en la historia han dominado este arte para el que se necesita muy buena ubicación, elevación, potencia y precisión. El futbolista debe trabajar para mejorar su capacidad de salto, que puede ser salto vertical en el mismo sitio o en carrera con salto. También es importante inclinar hacia atrás la parte superior del cuerpo y propulsar la cabeza al frente para que su remate tenga mayor potencia.
Actualmente, vemos muchos jugadores que no aplican bien la técnica del cabezazo y desperdician situaciones que grandes cabeceadores no hubieran desaprovechado. Y también están los defensas que en su intento por despejar con la cabeza envían el balón para atrás y convierten goles en su propio arco. Estos errores se producen muchas veces por cerrar los ojos en el momento de impactar el balón, lo que no permite darle dirección al esférico, o por falta de potencia por no elevarse en el momento justo o no haber entrenado asiduamente el golpe de cabeza.
Hubo grandes futbolistas que aprendieron este arte de golpear el balón con la cabeza, como Pelé, Alberto Spencer, Daniel Passarella, Julio Dely Valdés, Iván Zamorano, Fernando Morena, Alan Shearer, Peter Crouch, Olivier Bierhoff entre otros jugadores de diferentes épocas.
¿Por qué en la actualidad escasean los grandes cabeceadores en el fútbol?
En realidad, uno de los factores es la gran cantidad de torneos nacionales e internacionales que actualmente se disputan, que lleva a que a los técnicos no les quede tiempo disponible para trabajar en el campo de juego con sus futbolistas. También a las selecciones les afecta este tema, ya que deben jugar los partidos eliminatorios para los Mundiales con apenas la realización de una práctica con futbolistas que llegan de todos los lugares del mundo luego de extensos viajes. Por ello, aquellos que triunfan son los que de jóvenes, en las divisiones inferiores, se prepararon a conciencia aprendiendo todos los fundamentos y los secretos que tiene el fútbol.
Es indudable que para cabecear bien se debe entrenar permanentemente y realizar ejercicios combinados de salto y cabeceo, y es uno de los movimientos más difíciles de aprender en el fútbol. El jugador debe potenciar sus cualidades con una entrega generosa, pero también debe confiar y aprender de quienes lo rodean. Para dominar los dos perfiles se debe entrenar una y mil veces, lo mismo que para cabecear, driblear, ejecutar tiros libres o lanzar penales. Sin el ejercicio y la práctica constante no se logran resultados efectivos.
Muchos defensas dicen que cabecear en el área propia es más fácil, porque generalmente los centros son frontales y se ve venir el balón; sin embargo, cabecear en el área rival exige saber ubicarse, saltar en el momento justo y cabecear con los ojos bien abiertos para darle precisión al balón. También el defensa debe posicionarse en el lugar exacto, saltar en el momento justo y aplicar su golpe de cabeza para un lugar en donde no haya rivales.
En la cancha se pueden hacer varios ejercicios para mejorar el cabeceo: frontal para dar potencia y dirección, con el parietal para cambiar la dirección del balón y también se utiliza el anticipo y la peinada muchas veces en el primer poste para que ingrese la pelota por el poste opuesto.
El golpear con la cabeza el balón es una técnica individual que se aprende y entrena, y es un recurso muy importante tanto en la defensa como en el ataque. Las estadísticas nos indican que, actualmente, más del 25% de los goles que se hacen son de cabeza. Sin embargo, todos los días vemos fallar a los delanteros situaciones propicias por no saber aplicar el cabezazo en el momento justo.
A mi memoria viene uno de los futbolistas que tuve la gran fortuna de ver y entrevistar en persona y que manejaba a la perfección todos los secretos que tiene el fútbol: el Rey Pelé y para ello mencionaré un fragmento de su libro “Porque el fútbol importa”.
Dondinho, el padre de Pelé, también fue futbolista y jugaba de delantero. Tenía un talento especial para saltar muy alto y hacer goles de cabeza. A los 25 años, en la plenitud de su carrera, mientras jugaba su primer partido con Atlético Mineiro, debió retirarse por una grave lesión en la rodilla que puso fin a su trayectoria como futbolista. “Mi padre me enseñó todos los fundamentos básicos del fútbol”, cuenta Pelé en su libro. “Me enseñó a golpear la pelota con las dos piernas, a driblear, pasar el balón para atrás y hacia adelante, cabecear y todo ello en el pequeño patio de mi casa en Bauru. Algunos ejercicios eran muy divertidos, como atar con un hilo la pelota a una rama del árbol y golpearla con la cabeza muchas veces, pero en otras Dondinho tomaba el balón con las dos manos y lo golpeaba contra mi cabeza diciéndome que no cerrara los ojos porque al cabecear al arco debes saber enviarla lejos del arquero. Fueron lecciones que me sirvieron mucho para el futuro”.
Pablo Forlán, figura del fútbol sudamericano en las décadas del 60 y el 70, siempre recuerda esta historia con Pelé: “A Pelé le vi marcar goles de todos los tipos, incluidos algunos como los que hicieron famosos a Maradona, de arrancar de atrás y llevarse a cuatro o cinco defensas. Pero un día Pelé me dijo: ‘Pablo, cabeceando hubo uno mejor que yo: Alberto Spencer. Como él no ha habido nadie'”. Pablo Forlán fue compañero del ecuatoriano en ese increíble equipo uruguayo de Peñarol. Con los aurinegros, Alberto Spencer conquistó tres Copas Libertadores, dos Copas Intercontinentales y ocho Campeonatos Uruguayos. Spencer sigue siendo el máximo goleador de la Copa Libertadores con 54 conquistas en 87 partidos disputados.
En mi memoria todavía está presente el recuerdo de Alberto Spencer de su físico privilegiado de atleta, su agilidad sorprendente para picar al vacío y llegar primero, su habilidad para cabecear y su rápido pique, que siempre le permitía estar cara a cara con el arquero rival para tocar suavemente la pelota contra un palo. Jugador inteligente, sencillo y de gran humildad. Llegó al Uruguay para aprender y terminó enseñando a todos sus dotes de gran goleador.
El éxito en el fútbol está reservado para muy pocos, que son los que llegan, mientras que muchos otros quedan por el camino. El futbolista nace con habilidad, pero también debe moldearse con el aprendizaje y el esfuerzo constante, pero como condición especial debe tener dedicación y talento.