Por Jorge Ottati

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En el año 2004, al término de los Juegos Olímpicos celebrados en Atenas, escribí esta columna en Aventura Americana, titulada “El sueño hecho pesadilla”. Hoy, 15 años más tarde, la situación vuelve a ser muy similar:

“El básquetbol de los Estados Unidos no aprendió la lección. Cuando en el año 2002 Estados Unidos perdió por primera vez con jugadores de la NBA en su plantel ante Argentina, en el Mundial celebrado en Indianápolis, los expertos se asombraron del “avance del básquetbol internacional” y empezaron a buscar las razones del fracaso.

El sexto puesto logrado por los profesionales estadounidenses en su propia casa, luego de perder 3 de sus últimos 4 partidos, fue la peor ubicación en toda la historia de los creadores de este deporte. Dos años más tarde, en Grecia, el fracaso se repitió en los Juegos Olímpicos, con derrotas ante Puerto Rico, Lituania y Argentina, que impidieron que Estados Unidos clasificara a la final del certamen. Las excusas fueron varias: la falta de tiempo de preparación, los árbitros, las reglas distintas, por citar algunas, olvidándose los norteamericanos que cuando ganaban con facilidad al resto del mundo, desde el año 1936, nunca se habían quejado de esas diferencias.

Lo que Estados Unidos debe reconocer es que la NBA está llena de jugadores que realizan el mínimo esfuerzo noche tras noche con contratos garantizados de millones de dólares. Para quienes dijeron que las principales estrellas (Shaquille O’Neal, Kobe Bryant, Tracy McGrady y Jason Kidd) no pudieron participar, hay que recordarles que sí lo hicieron el mejor jugador de la actualidad (Tim Duncan), uno de los grandes líderes anotadores (Allen Iverson), los tres novatos más promocionados de los últimos tiempos (LeBron James, Carmelo Anthony y Dwyane Wade) y el mejor universitario (Emeka Okafor). El talento estaba presente, pero el juego de equipo estuvo ausente. Estados Unidos no tuvo tiradores externos, ni rotación del balón, ni presencia fuerte en la zona pintada, ni defensa agresiva, ni nada que caracterice a un equipo ganador. Esta selección fue la más clara representación de lo que es actualmente la NBA: una liga dominada por una generación de jugadores muy jóvenes, influenciados por el básquetbol individualista, en el cual existen solamente dos maneras de anotar: con un tiro de tres puntos o con una hundida espectacular.

No extraña que esto ocurra cuando el erróneo pensamiento en Estados Unidos es que el básquetbol comenzó a desarrollarse en el mundo gracias al Dream Team de Barcelona en 1992, pues fue ahí donde los países “descubrieron este deporte”, tal cual repiten David Stern, Jerry Colangelo y la mayoría de los periodistas estadounidenses. Lo que sí provocó ese extraordinario e inolvidable equipo liderado por Michael Jordan, que derrotó a sus rivales por un promedio de 44 puntos de diferencia, fue darle difusión y popularidad en el resto del planeta a la NBA. Luego de esa fulgurante presentación comenzaron los problemas, pues los siguientes equipos de USA Basketball comenzaron a perder calidad e interés en la competencia internacional.

Las autoridades del básquetbol en Estados Unidos ni quieren ni van a aceptar sus errores; ya dijeron que el fracaso en Atenas no fue culpa de la NBA, porque la liga nada tuvo que ver con lo ocurrido. Mientras la arrogancia continúe y exista gente que esté feliz al decir que los Pistons, ganadores del título en la NBA, son “Campeones Mundiales”, cuando en realidad juegan solo equipos de Estados Unidos y Canadá, esta historia no cambiará, y la superpotencia de este deporte se tendrá que contentar solo con disfrutar de su propia versión de este juego en su alicaída liga local.”