Por Jorge Ottati
A diferencia de lo que ocurre generalmente en el resto del mundo, en los Estados Unidos nadie cuestiona los nombramientos de directores técnicos a personas que recién acaban de finalizar su carrera como deportistas profesionales, ya que se trata de un país en donde no es necesario tener un diploma de entrenador, ni haber realizado ningún curso de capacitación, para poder trabajar al frente de los equipos profesionales, por extraño que esto parezca en los demás países, que exigen títulos y cursos que habiliten a ejercer la difícil tarea de director técnico.
Uno de los casos más notorios, en los últimos años, fue el del base armador Jason Kidd, quien solo días después de haber finalizado su carrera en la NBA como basquetbolista profesional, fue presentado oficialmente como nuevo técnico de los Nets. Los fanáticos del equipo de Brooklyn celebraron el arribo de Kidd, quien como jugador fue uno de los mejores bases armadores de su época y disputó dos Finales consecutivas con los Nets en el 2002 y el 2003.
¿Cómo es posible que alguien sin ninguna experiencia como entrenador sea nombrado técnico en la liga de básquetbol más importante del mundo? ¿Quién le enseñó a Kidd a lidiar con los egos de atletas multimillonarios que tienen contratos garantizados y a obtener el máximo rendimiento de cada uno de ellos?
Son muy pocos los casos en la historia de grandes estrellas de la NBA que triunfaron como técnicos. Bill Sharman, Jerry Sloan y Lenny Wilkens son tres ejemplos claros de superestrellas que se convirtieron en entrenadores legendarios. Dos grandes figuras en la historia de los Celtics también tuvieron sus momentos destacados como orientadores técnicos: Bill Russell, quien como jugador-entrenador en Boston ganó los últimos dos de sus once anillos de campeón en 1968 y 1969, y Larry Bird, quien como técnico de los Pacers tuvo tres temporadas inolvidables: perdió en un séptimo partido de las Finales del Este de 1998 ante los Bulls de Michael Jordan y llegó a las Finales de la NBA en el 2000 contra los Lakers de Shaquille O’Neal y Kobe Bryant.
¿Cuál es el principal problema que enfrenta la superestrella a la hora de dirigir un equipo? Intentar que sus jugadores realicen sobre el terreno de juego lo que para ellos resultaba tan simple. Magic Johnson fue el mejor base armador de todos los tiempos, pero en su breve período como técnico de los Lakers, en 1994, solo sumó 5 victorias en 16 partidos y tuvo constantes problemas de relacionamiento con sus dirigidos.
Los mejores basquetbolistas no se caracterizan por su paciencia y están acostumbrados a tomar las decisiones con el balón en sus manos, a ser los que marcan el trámite de un partido, los que asumen la responsabilidad y guían a los demás en busca del título. Cuando ese mismo jugador pasa a ser técnico comienza a depender de otros, de sus dirigidos, y eso es lo que más lo frustra, ya que deja de decidir como lo hacía antes, dentro del rectángulo de juego.
Michael Jordan, el ícono con el cual se comparan todos los basquetbolistas, conoce perfectamente la realidad de los técnicos y es por ello que no tiene ningún deseo en convertirse en entrenador, ya que sabe que su temperamento y su altísimo nivel de exigencia y competitividad le traerán muchísimos dolores de cabeza.
Otra de las grandes diferencias del deporte estadounidense con lo que ocurre en el resto del mundo es la extraña convivencia del técnico y sus asistentes, donde la competencia profesional es feroz. Es muy común que un dueño de equipo despida al entrenador y coloque en su lugar al asistente técnico, como le ocurrió a Doug Collins en 1989, quien estaba en los Bulls y vio como en su puesto colocaron a un joven Phil Jackson. Han pasado más de 27 años, pero Collins no se olvida de ese episodio y la sola mención de Jackson le cambia el semblante.
Solamente algunos elegidos son capaces de poder trasladar el éxito que tuvieron como atletas profesionales a una función muy diferente, que requiere de otras habilidades, que es mucho más estresante y en donde la estabilidad laboral está en juego todos los fines de semana.