La psicoterapeuta Aleyda Martínez Novotny nació en Miami, de madre salvadoreña y padre puertorriqueño. Estudió en Florida State University, en Tallahassee, en donde obtuvo una Maestría en Trabajo Social Clínico.
«En la Universidad no tenía definida mi vocación, pero desde pequeña me gustaba trabajar con la gente, brindar consejos, estudiar los cambios de conducta y la psiquis del ser humano que es tan compleja. Hace nueve años que estoy ejerciendo y estoy enamorada de mi trabajo. Este es mi segundo año en forma independiente, con mi propio consultorio. Todo un desafío.
– MI ACTIVIDAD
Es una tarea que requiere ser sensible y muy humana, ya que quien busca ayuda es porque tiene un problema y cuando acude a mí se siente sumamente agobiado. Nadie busca terapia porque sí y yo tengo el privilegio de poder ver que todo problema que tienen hoy es causa de un sufrimiento pasado. Es difícil salir por uno mismo y lo comprendo. Si evita decirlo termina sufriendo solo y cada vez se le hace más difícil salir del problema y aunque le confiese su sufrimiento a un amigo eso no le alivia. Es más, el amigo puede sufrir también. No es que yo no sufra cuando solicitan mi ayuda, pero al salir esa persona de mi consultorio el caso termina por ese día.
La respuesta siempre está dentro del paciente y nosotros lo que hacemos es ayudarle a encontrarla. Debido a mi profesión, existe una disposición que recomienda que me reúna una o dos veces al mes con mis colegas para hacer terapia de grupo. En ella me autoanalizo para evitar confundirme con los casos de mis pacientes, ya que si esto sucediera no podría seguir apoyándolos.
– HIJOS Y PADRES
Muchos padres traen a sus hijos adolescentes a mi consultorio porque tienen problemas de entendimiento y no saben cómo resolverlo. Pero todo terapista sabe que los hijos son el resultado de los padres y cuando me piden ayuda, les aconsejo que ellos también se sometan a terapia. La mayoría de las veces, el hijo está reflejando los problemas que tienen los mayores. Tengo que utilizar mucha sutileza y mucho tacto para hablar de estos temas con los padres. Ellos tienen que entender que todos los hijos no son iguales y necesitan de un tratamiento diferencial. Hay padres que no preguntan a sus hijos qué quieren ser, sino que le dicen: quiero que sean esto. Hay que ver al hijo como un regalo que viene con su propia misión, no con nuestra misión. Con amor y tolerancia todo se puede superar. Si el padre se ama a sí mismo, el niño lo aprenderá. Todos los niños aprenden lo que perciben.
– LOS JÓVENES
Cada vez acuden más en busca de asesoramiento. Están llegando jóvenes recién graduados de la Universidad y yo puedo entenderlos porque no hace mucho tiempo pasé por la misma etapa. Luego de graduarse el joven se plantea qué hacer, qué camino seguir, y cómo manejar la influencia de los padres y las expectativas de la sociedad. Ese mundo nuevo que desconocen y temen y los riesgos que tendrán que enfrentar les genera mucha ansiedad. Durante su etapa de estudiante, la Universidad les brinda protección. Ahora deben tener confianza en ellos mismos, deben tener autoestima. Uno es lo que cree que es.
Debemos disfrutar más de la vida y controlar los disgustos para no tener dolores. Las jaquecas, por ejemplo, son manifestaciones de problemas personales; es una sobrecarga que tiene el cuerpo que debe salir de alguna manera. También he trabajado con muchachas que sufren porque les cuesta encontrar pareja. Hay que tener en cuenta que Miami es una ciudad muy superficial, donde hay mucho glamur, y ellas creen que para ser atractivas tienen que parecerse a las artistas de moda. Les cuesta aceptar su imagen, su belleza y también les cuesta descubrir que la belleza interna es lo que realmente hace atractivo a un ser humano. Aunque vienen al consultorio para ser rescatados, nadie necesita ser rescatado; sí necesitan ser apoyados y orientados y esa es mi tarea. La solución está siempre dentro de uno mismo».