Continuamos hasta una esquina donde encontramos un amplio local repleto de gente. Es el café más tradicional del puerto jarocho, ubicado en la Av. Insurgentes Veracruzanos, a un costado del Malecón, frente a la costa, donde todos los días –en el amplio horario desde las 6 de la mañana a la 1 de la madrugada- se citan sus parroquianos para saborear el rico café, desayunar, almorzar o cenar.
Es muy común observar en sus mesas no solamente a los turistas, sino también a importantes personajes de la política, de las letras y empresarios que se hacen de tiempo para iniciar su día luego de beber el tradicional café realizado en las enormes, doradas y relucientes cafeteras italianas.
La tradición ha llevado a que quienes van por primera vez soliciten un “lechero” y que para llamar la atención de los mozos golpeen tres veces con la cuchara en el vaso de cristal para que, rápidamente, acudan para hacer la ceremonia de agregar la leche desde un metro de altura y así formar espuma.
Su actual dueño, Felipe Fernández Ceballos, nos recibe con la amabilidad típica de los inmigrantes españoles que llegaron a trabajar y a engrandecer América. Nos cuenta que la familia Fernández se hace cargo de este local en el año 1926 y que era originaria del norte de España, de Santander; primero llegaron a Cuba y después se trasladaron a México.
El primero en llegar de la familia Fernández es José, de profesión panadero, quien se establece en la ciudad de Córdoba. El dueño del Café de la Parroquia de aquella época le pide dinero prestado a su paisano; pasa un tiempo y como no se lo puede devolver le dice que se quede con el negocio y por ello José se traslada a Veracruz en 1926. Y ahí comienza la historia. Desde épocas remotas fue un punto de encuentro de personalidades de la política, de la cultura y del espectáculo.
Con respecto a la tradición de golpear tres veces la taza con la cucharita, nos dice Felipe que la misma data de finales del siglo XIX y tiene que ver con los tranvías que en esa época eran tirados por mulas. Pasaban frente al café y el conductor tocaba tres veces la campana para que uno de los mozos saliera a servirle un lechero. Se continuó la tradición, ahora golpeando el vaso con café, con impaciencia, premura, risas, o simplemente deleitándose por el sonido que se le arranca a la copa.
“Yo nací aquí – nos dice Felipe – y desde el año 1975 estoy como dueño en este negocio, donde tenemos 100 mesas y la atención la hacen alrededor de 140 personas.
El Café de la Parroquia es parte de esta ciudad portuaria y por ello hay una poesía muy linda que dice que “el día que se cierre el Café de la Parroquia se muere Veracruz”.
Orgulloso, nos muestra las enormes cafeteras express, que son originales de la ciudad italiana de Torino, y nos menciona que hace algún tiempo vinieron unos señores italianos representantes de un Museo de Máquinas de Café de Italia, que le trajeron un libro en donde aparecía la compañia que las había hecho, pero que no tenían ninguna foto, y por ello tomaron instantáneas de las dos que todavía existen”.
“Antiguamente en el local había billares y cantina, pero alrededor de los años 50, cuando Veracruz se asomó al Turismo, se comenzó solo como Café: sin música, ni televisores que distraigan la atención del público y perturben el clima que queremos mantener”.
“Mi familia, que está integrada además por dos hermanos y una hermana, me apoyan mucho y mi padre, que vino en 1936 antes de la Guerra Civil Española, lo trabajó y todavía algunas veces viene a ayudarme”.
Al finalizar la nota, Felipe Fernández Ceballos, con la cordialidad característica de los lugareños, nos regaló varios paquetes de café para que en nuestro hogar, en Miami, en compañía de nuestra familia, siguiéramos degustando el exquisito sabor de su café, orgullo de Veracruz y no nos olvidáramos de él.
Todo aquel que vaya al Café de la Parroquia disfrutará de la conjugación perfecta del aroma del café y del trato amable del personal y de su activo dueño y del clima familiar y de las largas horas de diálogo, risas, carcajadas de niños y de un ambiente único para disfrutar como punto de encuentro de citadinos y turistas. Café de la Parroquia: un lugar con alma perfumada de café.