El primer lugar con el que tomamos contacto con el enorme acervo cultural de Veracruz fue en La Antigua y hacia allí llegamos acompañados por la Coordinadora de Promoción de la Oficina de Visitantes y Convenciones, Evelyn Hernández Sánchez, joven emprendedora y simpática que diseñó nuestro magnífico itinerario y con quien compartimos la mitad de nuestra estadía en Veracruz.
La Antigua, ubicada a 25 quilómetros de Veracruz, tiene algo especial, ya que ese pequeño pueblo fundado por Cortés, de un encanto indefinible, es parte de la historia de México. Una vez que llegamos al corazón antiguo, situado cerca del caudaloso Río de los Colibríes (el Huitzilapan de los antiguos moradores de esa tierra), encontramos un largo puente colgante. Al atravesarlo caminando -es solo peatonal- comentamos que ese escenario lo recordábamos de algún filme, a lo que nos contestaron que, efectivamente, varias películas se filmaron en ese lugar, una de ellas “Daño colateral”, con Arnold Schwarzenegger.
El turista, encantado por el ambiente mágico que se respira en el lugar, se transporta al esplendor de la antigua Veracruz, cuando era casi el único punto de enlace con Europa.
Entre sus múltiples encantos se encuentra el convento llamado La Ermita deI Rosario, la primera capilla cristiana en América continental, con el Viacrucis de auténtico mosaico de Talavera, de procedencia española, escrito en español antiguo, incrustado entre sus muros, que es el único recuerdo deI siglo XVI.
La Ermita del Rosario tiene dos distintas techumbres y tres campanas en su cúspide y en ella fue bautizado el primer indígena totonaca. Data de 1523 y fue consagrada a la virgen cristiana rescatada del río con su corona de oro.
La Antigua fue la segunda Veracruz después que se abandonó el sitio de Ia Villa Rica y el Peñón de Bernal. Creció rápidamente a lo largo deI siglo XVI para llegar a tener en 1580 algunas construcciones de cal y canto, de ladrillo o de tapería, afirmando también que varias casas principales ya tenían techos de teja.
EI río era navegable, y sus aguas, en esa época, estaban llenas de mágicos peces de gran tamaño y mariscos, y en su entorno había muchas aves fáciles de capturar. La Villa se asentó en medio de un conjunto de poblaciones totonacas esparcidas a lo largo de Ias dos márgenes deI río, muy próximo a Ia ciudad de Cempoala.
El guía Nemesio Carmona Morales nos recibe en la muy representativa Casa de Cortés y nos cuenta en detalle toda la historia del lugar. “Aquí, en la entrada, usted puede observar un cañón español que tiene 500 años y pesa tres toneladas y media, que al ser rescatado del río se quebró la parte de adelante y fue llevado al Astillero de Veracruz, en donde lo repararon y lo devolvieron a este lugar”
“De esa época de esplendor efímero quedan unas cuantas construcciones en ruinas como la Casa de Cortés, en medio de grandes árboles y raíces que se confunden y hacen posible que los muros no se caigan. Probablemente esta casa es Ia más enigmática de todas, ya que no hay información fidedigna de que el conquistador hubiera ordenado su edificación, y es casi seguro que jamás residió en La Antigua. Pero allí obtiene la información precisa que lo lleva a la conquista de la nación mexicana, luego de conocer a Xicomecóatl, el famoso Cacique Gordo de la ciudad cempoalteca”.
La Antigua es el Viejo Veracruz del siglo XVI, designado por Cortés como “Villa Rica”, por la abundancia de animales, frutos, árboles y la naturaleza que la circunda. Sus habitantes son amables y atentos con el visitante. Nuestro guía, Nemesio, apasionado conocedor del tema, nos explica los secretos del lugar, nombrándolos como maravillas de un mundo muy lejano: “Aquí ven la Casa de Cortés, sostenida por los brazos de la ceiba, con retazos de paredes en medio del gran patio, con su cocina de bóveda catalana”.
Cerca de ahí visitamos la mítica ceiba en la cual Cortés encadenó sus naves, “cuando el río todavía llegaba hasta aquí”, nos dice nuestro guía, señalando el inmenso árbol.